El uso de la tipografía nos ayuda a expresar sensaciones, con ella pintamos las palabras y les añadimos una capa adicional de significado y connotación. Las tipografías nos cuentan cosas todo el tiempo, están dondequiera que miremos. Helvética, tipografía estándar por excelencia, cumple todos los requerimientos de legibilidad y simpleza, convirtiéndola en la tipografía “go-to” en la mayoría de los casos.
La Helvética tiene algo especial. Desde señalética hasta logotipos, es una de las tipografías más usadas de todos los tiempos y es considerada la tipografía oficial del siglo XX por su universalidad y neutralidad, es innegablemente moderna. Pero, ¿por qué es la helvética tan popular? ¿Qué la ha convertido en esa tipografía “discreta” que no notamos, pero que nos rodea? Lo cierto es que su discreción es en parte la clave de su popularidad, dejando a muchos con dudas de su excelencia y estableciéndola en el centro del eterno debate: ¿deberíamos apostar por diseños de marcas comedidas o tomar el arriesgado camino de lo disruptivo?
Borrón y cuenta nueva
Helvética fue creada a mediados del siglo XX por los diseñadores suizos Max Miedinger y Eduard Hoffmann. La Helvética original se llamaba Die Neue Haas Grotesk, fuertemente inspirada en otra tipografía: la Schelter-Grotesk, creada especialmente para ser neutral y no hacerse notar.
En las décadas de los 50s y los 60s, años en los que los diseñadores entendían su trabajo como una parte fundamental de la reconstrucción posguerra, guiados por una filosofía moderna e idealista de racionalismo y orden como evidente contraste al caos de años anteriores, el diseño suizo —limpio, matemático, lógico y mecánico— se convirtió en un fenómeno mundial.
Al nacer en este contexto, la Helvética encarna los ideales aspiracionales de la época. Siendo la tipografía ideal para las marcas que buscaban un cambio. Dejando atrás los diseños horteras de aquel pasado que tanto querían dejar atrás. Tras la II Guerra Mundial las marcas buscaban vender un futuro ideal, un mundo limpio, sencillo y sin complicaciones, fácil de habitar. Rechazando lo no seguro y cambiante por la exactitud de tipografías como Helvética.
One size fits all
Entre los grandes valores de la Helvética, la neutralidad destaca entre todos. Fue diseñada especialmente para no dar ninguna impresión, ni inferir ningún significado en particular, por esto tiene la capacidad de adaptarse a una gran variedad de proyectos de diseño.
Si buscas una tipografía que se encuentre entre lo clásico y lo moderno o lo conservador y lo vanguardista, Helvética es todo eso. De hecho, es tan versátil que pude ser cualquier cosa, o todas las cosas.
Por su legibilidad y limpieza muchas marcas la utilizan como tipografía corporativa. Helvética nació inspirándose en algo que ya existía, algo conocido. Lo conocido es disfrutable, aquello que se nos es familiar es efectivo, fácil.
Helvética y la América corporativa
¿La gran virtud de Helvética? Es simple y universal. ¿Su gran problema? Es simple y universal.
Muchos de sus críticos argumentan que esta tipografía no posee ningún carácter. Pero el argumento a favor de la Helvética es convincente. La realidad es que su uso remite directamente a ideologías modernistas de que está bien y que está mal, a aquello que percibimos como diseño “correcto” en el inconsciente colectivo. ¿Qué marca no quiere ser limpia y moderna, aparentemente perfecta y pensada? Pero la realidad es que por esta razón ha sido excesivamente usada. Las marcas se adhieren a Helvética por toda la connotación cultural que lleva consigo, y debido a esto, es una tipografía que generalmente se ha asociado con la cultura corporativa americana, la producción en masa y los negocios. Convirtiéndose en una especie de símbolo para aquello que es mundano.
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